En la quietud de la medianoche, percibí una sutil sensación. Mi estómago enviaba señales leves, pero no eran lo suficientemente intensas como para sentir una necesidad urgente de llenarlo. Esta hambre casi imperceptible se asemejaba más a un indicio psicológico que a una necesidad fisiológica urgente. En este momento, me encontraba en una interesante encrucijada: ¿debería ceder ante esta débil sensación de hambre? Este estado me llevó a reflexionar sobre en qué medida nuestros comportamientos alimentarios están impulsados por el verdadero hambre y cuántos son influenciados por otros factores. Quizás, esta sea una buena oportunidad para reflexionar sobre nuestros hábitos alimenticios y el ritmo de nuestra vida.